¡Mi hijo ha empezado a tartamudear!
Conoce si es normal y qué signos hay que vigilar
DESARROLLO INFANTIL
Tomás Goñi González
12/16/20244 min read


Tartamudez o Disfemia
La tartamudez, también conocida como disfemia, es un trastorno de la fluidez del habla caracterizado por repeticiones, prolongaciones y bloqueos involuntarios al hablar que afecta aproximadamente al 1% de la población. Este trastorno, que afecta significativamente la comunicación, puede tener un impacto profundo en la calidad de vida de los niños que lo padecen, tanto a nivel psicológico como social. En este artículo, exploraremos los factores de riesgo, la etiología, el impacto y las intervenciones terapéuticas basadas en evidencia científica reciente.
Tipos de disfemia
Tónica: se caracteriza por bloqueos en el flujo del habla, donde el niño experimenta espasmos al intentar hablar acompañado de tensión muscular
Clónica: implica repetición de sonidos, sílabas o palabras por contracciones musculares leves (más común en niños
Mixta: combina ambas características
En los niños es frecuente que aparezcan periodos de disfluencia durante su infancia, especialmente entre los 2 y 5 años de edad. Sin embargo, si la dificultad empeora o persiste es importante actuar
Factores de riesgo de la tartamudez
Identificar los factores de riesgo para la tartamudez es crucial, especialmente para implementar intervenciones tempranas. Entre los más destacados se incluyen:
1. Historia familiar
La predisposición genética es uno de los factores más fuertes. Estudios han mostrado que el riesgo de desarrollar tartamudez aumenta significativamente si existe un antecedente familiar directo (Yairi & Ambrose, 2013).
2. Sexo masculino
Los varones tienen hasta cuatro veces más probabilidades de desarrollar tartamudez en comparación con las mujeres. Se cree que las diferencias en el desarrollo lingüístico y las habilidades de afrontamiento pueden influir en esta disparidad (Craig et al., 2002).
3. Inicio temprano del lenguaje
Niños que experimentan un rápido desarrollo lingüístico entre los 2 y 5 años pueden ser más propensos a tartamudear debido a una sobrecarga en los mecanismos de planificación del habla (Smith & Weber, 2017).
4. Características neurofisiológicas
Alteraciones en las conexiones entre las áreas del cerebro responsables del habla y del lenguaje, como el fascículo arqueado, han sido observadas en personas con tartamudez (Chang et al., 2008).
5. Factores ambientales y psicosociales
Altos niveles de estrés en el entorno familiar, dinámicas comunicativas exigentes o modelos lingüísticos acelerados pueden exacerbar las disfluencias en niños predispuestos (Conture & Walden, 2012).
6. Comorbilidades lingüísticas o cognitivas
Niños con retrasos en el desarrollo del lenguaje o problemas de procesamiento auditivo presentan un mayor riesgo de desarrollar tartamudez persistente (Ntourou et al., 2011).
Evidencia sobre la etiología
La etiología de la tartamudez es multifactorial, y estudios recientes han profundizado en las bases genéticas, neurofisiológicas y ambientales del trastorno:
1. Genética
Variantes en los genes GNPTAB, GNPTG y NAGPA han sido identificadas como factores contribuyentes en algunos casos de tartamudez, particularmente en estudios familiares y poblaciones específicas (Kang et al., 2010). Hay estudios que indican que si un gemelo monocigótico tiene disfemia el otro tiene un 77% de probabilidades de desarrollarla
2. Alteraciones Neurofisiológicas
Chang et al. (2022) demostraron que las personas con tartamudez presentan diferencias estructurales en la sustancia blanca de áreas cerebrales clave para el habla, como el fascículo arqueado y la corteza motora suplementaria. Los niños con alteraciones en el desarrollo como el TDAH o el autismo tienen mayor probabilidad de desarrollarlo
3. Factores Ambientales
Un estudio reciente de Conture et al. (2021) destaca cómo las interacciones tempranas entre padres e hijos pueden influir en la persistencia de la tartamudez. Un estilo comunicativo apresurado puede aumentar la presión en los niños predispuestos.
Signos de alarma
La aparición de alguno de estos signos debe ponernos en alerta y nos debe llevar a consultar:
Persistencia: si el niño sigue tartamudeando más de 6 meses o después de los 5 años
Tensión o esfuerzo: si el habla aparece acompañada de esfuerzo físico o tensión o asocia tics
Reacciones emocionales: el niño muestra frustración, evita hablar o s siente avergonzado
Empeoramiento: aumento de las disfluencias con el tiempo en vez de mejorar
Historia familiar: si hay antecedentes en la familia
Impacto en la calidad de vida
La tartamudez no afecta únicamente la fluidez del habla; también tiene implicaciones profundas en varias áreas:
• Psicológica: Ansiedad social, baja autoestima y trastornos emocionales son comunes en personas que tartamudean, especialmente en la adolescencia y adultez temprana (Smith et al., 2020).
• Social: Las limitaciones en la comunicación pueden afectar las relaciones interpersonales y las oportunidades educativas y laborales (Craig et al., 2009).
• Física: La tensión muscular y los esfuerzos asociados al habla pueden generar síntomas como fatiga y dolores musculares (Guitar, 2013).
Medidas terapéuticas en casa:
Los padres juegan un papel fundamental en la intervención temprana. Algunas medida serían:
Hablar despacio y con calma: mantener ritmo pausado y relajado ayuda a reducir la presión sobre el niño
Evitar corregir o interrumpir.
Prestar atención: escuchar con paciencia, enfocándote en el contenido y no en cómo lo dice
Fomentar la confianza: refuerza su autoestima
Crear ambiente relajado: reducir el estrés en el hogar
El tratamiento de la tartamudez ha evolucionado, integrando enfoques tradicionales y nuevas tecnologías basadas en evidencia. Entre las intervenciones más efectivas encontramos:
1. Terapia directa
• Técnicas como el control de la fluidez y la modificación de la tartamudez han demostrado ser efectivas para mejorar la fluidez del habla (Packman & Onslow, 2012).
• Dispositivos de retroalimentación auditiva alterada (AAF), que alteran el sonido del habla del nño, han mostrado mejoras significativas en algunos casos (Kalinowski et al., 1996).
2. Terapia indirecta
• Estrategias centradas en modificar el entorno comunicativo, educar a los padres y reducir las demandas lingüísticas han mostrado buenos resultados en niños pequeños (Franken et al., 2005).
3. Nuevas tecnologías
• Aplicaciones móviles y programas de teleterapia están facilitando el acceso al tratamiento y permitiendo una práctica más frecuente y autónoma (Finn et al., 2020).
Cuanto antes se comience el tratamiento, mayores serán las probabilidades de éxito aunque la tartamudez no siempre desaparece por completo, un manejo adecuado ayudará al niño a comunicar sus ideas con confianza y sin temor.
Tomás Goñi González